martes, 1 de noviembre de 2011

426: Para estos días de los santos y los difuntos...

Tenemos que ahorrar en sufrimientos, esta es una obligación hacia nosotros/as mismos/as. Al menos, así lo creo yo e intento practicarlo. Por ello, en estos días tan asociados al dolor y al sufrimiento por la pérdida de los seres queridos, os traigo la entrada de mi admirado Ricardo Ros, que os copio literalmente:
"Cualquier pérdida produce dolor. Eso es lo más natural del mundo. La pérdida de un trabajo, la pérdida de la relación de pareja, la pérdida de una amistad. Pero el mayor dolor es cuando perdemos a un ser querido. Cuando muere un ser querido se produce una respuesta automática de sufrimiento que sólo el tiempo sabe resolver. Todas las personas pasamos por distintas etapas hasta llegar a la aceptación, que consiste en volverse a conectar con el ser querido, vivo todavía en nuestro interior.
Marina vino a mi consultorio sumida en una terrible depresión. Desde que murió su marido la vida había dejado de tener sentido para ella. Todas las tardes desde aquella terrible fecha acudía al cementerio y todas las tardes Marina se sentía abatida hasta la extenuación por un suceso que no llegaba a comprender. Incluso algunos días le reprochaba a su marido muerto el que la hubiera abandonado. Estos son sentimientos normales en el ser humano inmediatamente después de haberse producido la pérdida. Pero es que el marido de Marina había fallecido hacía ocho años y Marina seguía sintiendo lo mismo que el primer día. Marina revivía todos los días la pérdida, no permitiéndose a sí misma el proceso de duelo.
Yolanda tiene ahora 30 años. Su padre murió cuando ella tenía diez. Desde entonces, y esto es algo que no ha hablado nunca con nadie, Yolanda sufre diariamente por la pérdida. Se reprocha a sí misma no haber sabido transmitir a su padre sus sentimientos de amor. Yolanda recuerda todos los días el funeral de su padre y todos los días revive las escenas más dolorosas. No hacerlo le produciría, dice, la sensación de traicionar a su padre.
Juan perdió a su mujer y a su hija de nueve años cuando sufrieron un accidente de tráfico hace cinco años. Juan se amarga todos los días, dándole vueltas a no haber muerto él también junto a sus seres queridos. Su mujer es la que conducía y también piensa que si él no hubiera bebido y hubiera podido conducir no habría pasado ese accidente, ya que su mujer tenía poca experiencia al volante. Esto son ejemplos de duelos no resueltos.
La mayor parte de las personas pasamos por varias etapas:
Primero negamos el hecho de la muerte, negamos la posibilidad de que no tengamos nunca más la opción de estar con el ser querido, negamos que en algún momento podamos recuperarnos de esta pérdida.
En una segunda etapa nos enfadamos con nosotros mismos por no haber sabido cuidar bien al ser querido o por no habernos dado tiempo a demostrarle que lo queríamos. También puede haber enojo contra los médicos que no supieron salvarle la vida, contra la propia persona fallecida por abandonarnos o incluso contra Dios por permitir tanto sufrimiento.
La tercera etapa es de compromiso. Llegamos a un compromiso con nosotros mismos y con el mundo.
La cuarta etapa es de aceptación. Aceptamos que la persona fallecida sigue estando “viva” dentro de nosotros, que nos ha dejado su cariño, que somos parte de ella, a través de todo lo que hemos sentido, vivido y amado a través de ella cuando estaba viva.
Esa es la clave. Una vez que aceptamos la muerte, la persona querida vuelve a estar viva para nosotros, la sentimos en nuestro interior, oímos sus consejos, sus experiencias, sus vivencias. Ya no nos viene a la mente el momento de la muerte, la enfermedad, el velatorio, el funeral, el entierro, sino que recordamos situaciones en las que la persona amada estaba viva y nos transmitía sus sentimientos hacia nosotros. Recordamos escenas que nos producen paz, bienestar, salud.
Todos somos diferentes y hay personas a las que les cuesta más tiempo que a otras. Pero es muy importante recorrer estas cuatro etapas lo antes posible."

¿Os ha gustado? A mí  me parecen verdades como puños y es para pensar en ello ¿verdad?
También en una celebración como esta de los difuntos os quiero recomendar un libro que a mí me han recomendado y que este fin de semana he localizado en Granada. Se llama "La inutilidad del sufrimiento" y su autora es María Jesús Álava Reyes (Editorial: la Esfera de los libros). Me parece un libro igualmente muy oportuno para estos días y para que ahorremos mucho sufrimiento en nuestras vidas, que es lo más importante en lo que podemos ahorrar.

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